miércoles, 28 de abril de 2010

Te lo PRO-METO

Él: Vamos a cobijarnos, pero desnudos.
Ella: No.
Él: ¿Por qué no? Te juro que no me voy a masturbar.
Ella: No te creo. Siempre terminas masturbándote.
Él: Bueno, perdón. Es que se siente rico.
Ella: Ja, ja, ja.

domingo, 18 de abril de 2010

Mi vecina

Karen Palermo mi vecinita, viene todas las tardes del domingo a tomar leche a mi casa, a acompañarme en mi ritual dominguero de la hora del té (en mi caso café) Tiene 11 años pero parece de veinte. Me dice: "David, quisiera tener un novio antes de hacerme vieja." Y yo sonrío porque Karen Palermo es aún una niña que no sabe mucho de novios y novias. Pero ella insiste en el tema y se enfada cuando me ve sonreír: "Seguramente piensas que soy sólo una mocosa. Eres igual a todos." Entonces le digo que crecer toma tiempo, que la vida no es un soplo sino una larga exhalación. Como si yo estuviera tan grande. Pero ella nunca me cree, hace no con su cabecita alborotada y tira al suelo su taza de leche: "Lo que pasa es que eres un cobarde, David. Eres poco hombre para una mujer como yo." Y luego se va.
Karen Palermo, mi vecinita, viene todas las tardes del domingo a tomar leche a mi casa...

domingo, 11 de abril de 2010

Viaje infinito

La chica muerta de soledad guarda silencio
y espera que llegue alguien a violar su ensueño
su mano reposaba en el último trago de tequila
que desbordaba el asiento contiguo
de su viaje infinito
la mota se remojaba entre los residuos de un viejo cenicero
y por ahí rondaba una jeringa que alguien debió usar...
La noche avanzaba hasta sus insospechados arraigos...
tomaba su mano
sus senos,
su sexo,
iba y venía cual burdel de la colonia Juárez
ella quedaba impávida, pacheca, alcoholizada,
desarrapada dejándose tocar por un extraño
que todas las noches su puerta solía tocar
la redundancia permite la descripción la soledad de una puta,
ella vendida con cualquiera que perdía un amor
ella que nunca supo de nombres,
ni de cuerpos rebosantes de felicidad...
su hambre satisfecha siempre por los solos....
los tristes,
los que vomitan en una noche el amor...

jueves, 8 de abril de 2010

Bochorno inconcluso

Este calor me está
quitando las ganas de
y la ilusión por la
y el coraje de
y me está rompiendo en
Esta ausencia de los
este miedo a las
esta oscuridad en el
y estos días sin la
entienden cada vez más
la soledad de los
el silencio de la
el dolor en mis
y las cosas más

Ya no puedo terminar
ni siquiera mis
porque este calor me está
recordando los
haciéndome olvidar el
y volviéndome hacia
...
...

lunes, 5 de abril de 2010

todos felices, normales, perfectos.

Yo siempre había creído en mi abuelo. El no sólo me había apoyado en la iniciativa, a espaldas de mis padres, sino que había prometido escuchar el relato de mi debut sexual para corregirme la actuación pero, qué chiste pesado, me interrumpió mi mamá cuando aún no había concretado nada. Estaba de pie, desnudo sobre el colchón, moviendo mi batuta para el gran concierto de esa noche, mi chica jugueteaba también, todo prometía, pero mamá abrió la puerta de mi cuarto. Se puso verde, después la vi amarilla y luego roja. Como un semáforo. Quise ser natural y presentarle a Rocío. Me llevaba dos años y era dueña de unas tetas descomunales, pero Rocío me defraudó con una súbita muestra de inmadurez: se escondió debajo de la sábana. Parecía un fantasma descuidado y me dio por reír. Una teta sobresalía de la sábana, columpiándose al compás de su respiración agitada. Agarraba tan fuertemente la sábana que yo no podía cubrir mi parte más sobresaliente. Mamá gesticulaba nerviosa; daba la cara, daba la espalda, daba la cara, se volvía, pero no decía ni pío. Me costó entender que había ocurrido algo en casa.


Después me enteré que mi madre se había levantado para tomar agua; siguiendo su ritual al beber agua de noche, en la oscuridad, había mirado hacia el jardín y sus ojos tropezaron con la sorpresa: el ruco. ¿El abuelo? ¡El abuelo! Tenía su balcón cuajado de hongos, sus vegetales favoritos.El pinche viejito me robó el show cayéndose del balcón cuando estaba regando a deshora "sus plantas". La regadera reposaba cerca de el, junto a una de las macetas, estaba desnudo, algo que mi padre no le perdonará nunca: se veía el tatuaje que se había hecho en las dos nalgas cuando los hippies batían alas y gritos y mi viejo pensaba en cantar rock en la luna y en tener sexo desenfrenado. El tatuaje era hermoso: una cara que reproducía a mi abuela de joven, en los años 60, una cara cuya boca adquiría expresiones raras y de dolor con cada vaivén de las nalgas.



Todavía Carlangas (mi papá) tiene un tic por la vergüenza que sintió por la exhibición del culo del ruco. Pero tampoco mi mamá iba a perdonarle a mi padre que estuviera en el garage en brazos de la vecina nueva. Fue la tercera sorpresa de la noche para mi mamá, que pensaba que papá estaría trabajando o de viaje, la correcta explicación para sus frecuentes y prolongadas ausencias nocturnas.


Cuando salí del cuarto, Rocío seguía jugando a los fantasmas y mamá había recuperado el habla. Gritó al caer de las escaleras. Y siguió gritando más fuerte. Estaba histérica, más allá de que le doliera la pierna fracturada. Gritaba como si la estuviesen desollando: hablaba del abuelo, de los hongos y de mis bolas, me pedía que me vistiera y hablara a la chamba de Carlangas. Todo a los gritos, todo entremezclado. Había otros gritos, inexplicablemente, Rocío se había contagiado. Y yo también grité, para calmarme.
Por culpa de nuestro desordenado comportamiento, mi padre salió desnudo del garage, y detrás, envuelta en una manta apareció la vecina nueva, una pelirroja alta digna de modelar. Hubo testigos, y mamá, aunque no vio nada de eso, se enteró enseguida. Incluso, cuando la llevaban al hospital no quiso irse hasta rmentarle a la madre a la pelirroja. Del abuelo no se acordaba, gritaba por la pierna y por rojisa.


Qué cosas tiene la vida. Yo siempre había creído en mi abuelo, hasta que murió. Desde entonces lo enfoqué distinto. No se trata de pasarle la cuenta porque no pude contarle sobre mi debut, no, hablo de desengaño: mi abuelo decía que yo era su compinche, que a mí podía contármelo todo. En reciprocidad, yo le contaba todo, hasta mis sueños más locos. Era un hombre de experiencia, muy desenfadao, y yo confiaba en su palabra. Pero no me habló del par de putas que metía en su cuarto. El muy cabron. Eso se lo guardó bien guardado. Se tragaba a las bitches en silencio. Pinches zorras, dormían como troncos, en cueros, sobre una cama desordenada; había hongos y maria-juana entre las sábanas, en el piso algunas botellas de tequila. No me fue fácil despertarlas. . . Se escaparon en medio de la confusión. Como hizo Rocío,por eso la mande a la chingada y desperte del sueño sus tetas. Me fui a tocar mi música con la flaca Herminia, cuya boca era de una succión como para estar colgada en el Louvre. Aún me pregunto si el destino que mi abuelo escribió al morirse es mejor que aquel otro donde yo debutaba con Rocío, el ruco cogia en secreto, como papá, y mamá tomaba en paz su vaso de agua, ignorando los temblores que ocultaba la casa. Y todos felices, normales, perfectos....